Manuel Navas (*)
Como no quiero parecer un resabiado, no voy a recordar que hoy, setenta y dos años después, hijos y nietos de franquistas siguen en el poder económico, político, judicial, militar y eclesiástico, mientras que hijos y nietos de los asesinados siguen escarbando en fosas y cunetas; ni que los hijos y nietos de quienes robaron la vida de cientos de miles de personas, ahora anden robando los ideales a todo un pueblo. Sin embargo no puedo evitar sentir vergüenza ajena porque tal escarnio se esté perpetrando con el consentimiento de algunos de los hijos y nietos de aquellas víctimas que pagan así su tributo para mantenerse en el pesebre.
Ni tampoco apelaré a que, las Cortes Constituyentes de la II República de 1931, declararon “culpable de alta traición a Alfonso XIII”, degradándolo de “todas sus dignidades, derechos y títulos” sin que pueda “reivindicarlos jamás ni para él ni para sus sucesores”, e incautándole “todos los bienes, derechos y acciones de su propiedad”, y que, como respuesta a tan solemne declaración, hoy y aquí, reine otro Borbón (nieto de aquél que fue defenestrado por la voluntad popular). Aunque debo confesar que no entiendo a qué tipo de pleitesía responde que Sabadell mantenga una calle en recuerdo de tan infausto personaje como Alfonso XIII.
Ni quiero entrar en el falso debate de que existan supuestas repúblicas gobernadas por reyezuelos y/o tiranos (generalmente puestos o mantenidos por intereses económicos de las antiguas metrópolis colonizadoras) y monarquías con buen nivel social y democrático. Porque tal constatación no permite decir que “el hábito no hace al monje”, al fallar la mayor, a saber: en una monarquía, el Jefe de Estado tan solo puede serlo el hijo de una madre determinada, mientras que en una república que se precie, cualquier ciudadano/a puede ser elegido/a Jefe de Estado.
Sirva esta corta declaración de intenciones para decir algo sobre las sugerencias que ofrece el recuerdo del 14 de abril. Partiendo de la base de que la historia hispana está plagada de totalitarismos, reyes tiranos y extravagantes, romper con esa tendencia, aunque efímera, fue saludable y más cuando en el haber de la II República, además de los valores intrínsecos de su ideología (laicidad, democracia, igualdad, etc.), existen logros incontestables (concedió autonomía, renovó la educación, dio el voto a la mujer, extendió la cultura, etc.), sin que tal reconocimiento sirva para tapar sus carencias motivadas por razones diversas como el que los poderes facticos nunca la dejaron asentarse como régimen político estable o la falta de decisión política en cuestiones claves como la reforma agraria, limpieza del ejército, nacionalismo, etc.
Así las cosas, y aunque no soy devoto de Prieto, Azaña, Alcalá Zamora, republicanos destacados, descubrir que Franco, Mola, Sanjurjo, Fraga, Suárez, González, Tejero, Aznar, Zapatero, Botín, Peces Barba, Rajoy, y tantos otros, fueron o son, por convencimiento, por intereses, o por mor de un cuestionable pragmatismo, monárquicos y/o anti republicanos o “republicanomonárquicos”, y que algunos de ellos mataron a mansalva para imponer su condición, no me queda otra opción que estar a favor del republicanismo y de sus valores, por eso, permítaseme decir, en recuerdo de aquel 14 de abril, de la república, de quienes la defendieron y de quienes sufrieron la sinrazón de la barbarie: ¡viva la república como régimen político!, y por supuesto,…………. ¡viva la república catalana!
(*) Sociòleg
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